Jugando a no
conocernos para nada
Y dejar que
nuestra indiferencia sea escudo y filtro
Del desencanto y
el vacío líquido que nos puede empapar
En alguna noche
sin luna.
Juguemos a ser
extraños de nuevo
Y que no nos
importe nada,
Hablando el idioma
políticamente correcto
De quien te
tropieza sin querer, entre la multitud,
Y no se detiene…, solo
sigue su rumbo.
Y ya sabíamos las
reglas de este juego,
Aprendido a
trancazos varias veces ya:
*Hay que desocupar
el espacio, dejándolo lo más parecido a como se encontró;
*Se reparten los
recuerdos conjuntos, se desechan los volátiles, se recogen las migajas;
*Luego del
desenlace, se intentan olvidar los puntos comunes o sencillamente…, se ignoran.
Pero este juego es
de humanos,
Seres que nunca
juegan bien,
La norma se la
pasan por el culo
Y cubren su
frustración con silencio de hospital.
Todo se complica
cuando estos humanos son además otra cosa,
Labrada a punta de
constelaciones ajenas,
Idiomas estelares
y atardeceres eternos
Que, o son
demasiado o no lo suficiente
Para los
participantes de este azaroso torneo
(y sus
espectadores).
Entonces, la competencia
se declara xerofita;
Nada fértil para
sembrar o cosechar,
Solo un “Espero
este todo bien en tu vida”
Para llevar (y
solo de vez en cuando, demás podría ser fatal).
Solo extraños, una
vez más.
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